El “Corralito” los golpeó en el 2001 como a tantos argentinos. Su padre no conseguía un empleo fijo, y en casa eran 7 bocas por alimentar. Así que todos deberían estrecharse el cinturón y contribuir como pudieran a la economía familiar, sobre todo ella, que era la hermana mayor. Con 15 años, Carolina y 2 de sus 4 hermanos, de 10 y 12, empezaron a trabajar cada verano en la vendimia, acompañando a su padre a recoger la uva que, fermentada, se convertiría en los mejores vinos de Argentina.Contineu llegint el reportatge, aqui

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